Debbie Purdy, la mujer británica con esclerosis múltiple que trajo a la luz pública una vez más el tema de la eutanasia o suicidio asistido, perdió su caso.

Ella demandaba no un cambio a la ley para que en Gran Bretaña se permitiera esta práctica, ni tampoco solicitaba permiso para suicidarse, sino que solicitaba informes precisos del Procurador para saber si Omar Puente, su esposo, será enjuiciado una vez que ella muera por asistirla en su suicidio, según la Ley del Suicidio de 1961 de aquel país.

 

El tribunal llegó a la conclusión de que el procurador no tiene ninguna obligación de informarle del alcance legal de la ley, por lo que ella no tiene la seguridad de que su esposo quedará libre una vez que regrese de Suiza tras solicitar a la clínica Dignitas que la ayude a “bien morir”.

 

De los ciudadanos británicos, que se estiman en 101, que hasta ahora han solicitado los servicios de dicha clínica, ningún familiar ha sido perseguido, aunque en el último caso que se conoce, el de la muerte del jugador de rugby Daniel James, las autoridades interrogaron a dos personas, presumiblemente sus padres, pero no han iniciado una denuncia formal del caso.

 

Parecería ser que solo se persiguen las muertes ocurridas en territorio británico, aunque como en este caso Debbie ya manifestó sus intenciones de suicidarse, sí podría proceder acción en contra del marido por asistencia al suicidio al acompañarla a la clínica a cumplir sus últimos deseos.

 

Este caso no solo ha sometido a discusión la eutanasia, sino también ha puesto en evidencia a la clínica suiza Dignitas.

 

 

Cuando leí del caso pensé que se trataba de una clínica tradicional con cuartos en donde la gente se internaba y a quienes los médicos o enfermeras introducían dosis letales de barbitúricos en las vías intravenosas. Pero es una apreciación ajena a la realidad.

 

Aparentemente los enfermos entran en contacto con las autoridades y médicos de la clínica y tienen al menos dos entrevistas, con un lapso entre ellas, en donde además de ser evaluados médicamente, se les explica lo que les va a suceder.

 

Una vez que el paciente accede, el médico le prescribe los medicamentos que el propio paciente debe adquirir. La clínica renta diversos departamentos y lugares en Zurich y zonas cercanas y es ahí, en soledad, donde el paciente debe dejar constancia en video de que se trata de un suicidio y se administra la dosis de medicamentos.

 

Y de ahí, todo sigue su curso: se notifica del fallecimiento a las autoridades quienes acuden a investigar la escena, hacen el levantamiento de cadáver, lo llevan a la morgue para la autopsia y entregan el cuerpo a los familiares. En caso de no haber familiares, Dignitas recibe el cuerpo, lo crema (sí poseen un crematorio) y arroja sus cenizas al lago.

 

En otros vecindarios y en otras ciudades se trata de eventos aislados todo lo relativo al levantamiento de cadáveres, pero los vecinos de la zona se quejan de que para ellos es demasiado frecuente y que ello no deja de ponerlos nerviosos.

 

Y la ciudad ya envió un requerimiento a la clínica para indicarle que si bien no es contaminante esparcir cenizas humanas en el Lago ocasionalmente, sí lo es hacerlo en grandes cantidades como ellos lo hacen. Se calcula que se han depositdo las cenizas de al menos 300 pacientes.

 

Y sobre Debbie Purdy, ¿qué va a hacer? Quedó tan desanimada por la resolución del juicio que aparentemente no va a apelar. Pero no se sabe si seguirá adelante con sus planes sabiendo que su esposo podría ir a la cárcel, o si va a adelantar su decisión o si mejor va a dejar que la enfermedad siga su curso y desistir de sus planes.

 

Y podrás no estar a favor de la eutanasia, pero su caso y el afán protector de Debbie por Omar, el amor de su vida, genera una especie de vínculo emocional que nos deja un poco tristes por un lado y por el otro nos lleva a preguntarnos ¿qué haría yo en sus zapatos?

 

Fuente Timesonline

 

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