La Gran Asamblea Nacional de Turquía, conformada por 550 diputados, aprobó la semana pasada una ley que regula estrictamente el consumo de alcohol en el país. Para que la ley sea vigente solo hace falta la ratificación del presidente Abdullah Gul.
Si bien Turquía es de los países de Europa con menor consumo de alcohol, 1.5 litros por persona al año, se trata de una reforma de ley que ha generado malestar porque podría implicar una mayor islamización del estado y establece un mayor control gubernamental.
La nueva ley prohibirá la venta de alcohol en establecimientos autorizados para ello entre 10 de la noche y 6 de la mañana, prohíbe toda la publicidad y promoción de bebidas alcohólicas y dispone que no se autoricen nuevos bares o vinaterías a menos de 100 metros de escuelas o mezquitas.
Además, igual que se dispone en la ley contra el tabaco, en el cine y televisión quedan censuradas las escenas en donde aparezca o se haga referencia al alcohol.
Pese a que el 99 por ciento de la población es musulmana, Turquía es un estado secular por lo que las recientes declaraciones del primer ministro Recep Tayyip Erdogan sobre que la religión dispone “lo que está bien” y leyes de este tipo han levantado suspicacias entre la oposición sobre el deseo de imponer mayores medidas tendientes a satisfacer a los musulmanes y ganar así el voto para el partido en el poder, el Partido de Justicia y Desarrollo, AKP, por sus siglas en turco.
Estas leyes podrían suponer el cierre de los bares del distrito de Beyoglu en Estambul, donde se dan cita grupos de izquierda y diversas asociaciones culturales, artísticas e ideológicas que con estas leyes podrían quedar sin espacios de reunión lo que podría ser violatorio de las libertades garantizadas en la Constitución, como la de expresión y la de religión.
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