En  la marcha del pasado jueves algunos grupos clamaban por una nueva revolución, pero deberíamos revisar nuestra historia antes de lanzarnos a repetir esa “aventura”.

Los especialistas Manuel Ordorica y José Luis Lezama calculan que la Revolución Mexicana de 1910 generó 1.4 millones de muertos, afectando a un total de 3.4 millones de personas.

El principal objetivo de la Revolución era que Porfirio Díaz dejará el poder lo que hizo el 25 de mayo de 1911. Francisco I. Madero aceptó que se respetara el orden constitucional y se nombrara presidente interino a Francisco León de la Barra, secretario de Relaciones Exteriores del Gobierno de Porfirio Díaz.

De la Barra convocó a elecciones extraordinarias que se realizaron en octubre de 1911 y el 6 de noviembre de 1911 Madero asumió el cargo de Presidente de la República.

¿Pero con eso cesó el derramamiento de sangre? Por supuesto que no. Desde antes de las elecciones empezó a surgir el divisionismo en el movimiento revolucionario. Así Emiliano Zapata se enfrentó a Madero.

Zapata fue combatido por Victoriano Huerta y también por Francisco Villa, que respaldó a Madero. Huerta traicionó a Madero y asumió el poder.

Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, se opuso a Huerta con el apoyo de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, pero también con Villa y Emiliano Zapata.

Carranza derrotó a Huerta, pero Villa y Zapata se opusieron a su liderazgo y lo combatieron. Carranza acabó con Emiliano Zapata.

En una lucha por la sucesión, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta se levantaron en contra de Carranza. Carranza fue asesinado y llegó a la presidencia interina De la Huerta, quien convocó a elecciones en las que resultó electo Álvaro Obregón. Con la sucesión presidencial Obregón favoreció a Calles y de la Huerta se levantó en armas.

Muchos son los historiadores que consideran que con Obregón y la sucesión de Calles, terminó la Revolución, aunque aun siguieron más traiciones y asesinatos.

Como podemos ver, la Revolución Mexicana es una historia de traiciones y lucha por el poder que costó la vida de cientos de miles de personas.

La condiciones actuales en las que convergen tantos intereses y demandas, tantas agendas políticas parecen dejar de manifiesto que en un conflicto social en esta época no sería diferente al del siglo pasado.

Por eso el diálogo, el acuerdo y la concertación, la negociación, el dar y ceder, la unidad de la sociedad, pero sobretodo, la participación ciudadana, siguen siendo el mejor camino para resolver nuestras diferencias, para impulsar los cambios que queremos en nuestro país.

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