El reciente conflicto en el Instituto Politécnico Nacional generado por la modificación a su Reglamento Interno y sus planes de estudio para las generaciones de nuevo ingreso debería movernos a la reflexión sobre la educación que estamos dando a nuestros hijos.
Poco ha trascendido sobre el contenido del nuevo reglamento de esta institución educativa, desconcentrada de la Secretaría de Educación Pública y que no cuenta con autonomía, y tampoco existe mucha información disponible respecto a los nuevos planes de estudio, salvo lo que dicen los voceros del movimiento estudiantil.
Una de las quejas de los alumnos es que el Instituto pasa de una filosofía social a una filosofía económica o empresarial, adoptando un “modelo educativo basado en competencias”.
Se dice que este modelo educativo prepara a los jóvenes ante un mundo cambiante y que responde a la pregunta ¿Debemos tener muchos conocimientos o saber hacer? “en lugar de concentrarnos en que los alumnos adquieran conocimientos debemos fijarnos en su desempeño global: sentimiento, pensamiento y acción” afirman sus defensores.
La Dra. Laura Frade Rubio, explica en su artículo Nuevos paradigmas educativos: El enfoque por competencias en educación, publicado en la Revista Decisio del Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe, que el concepto de competencias surgió en la década de los 60 cuando el gobierno de Estados Unidos en un estudio concluyó que los empleados exitosos “no sólo poseían conocimientos, sino que manejaban habilidades y destrezas. Las competencias, pues, se construyeron a partir de los conocimientos, habilidades, destrezas, valores y actitudes propias de cada puesto de trabajo”.
El término “competencias” pasó al sector educativo “conforme se fueron estableciendo los requisitos que la escuela debería satisfacer en función de las necesidades del mercado de trabajo”.
Exactamente este origen en el mundo laboral es del que se sostienen los críticos de este tipo de modelo educativo, afirmando que sólo busca crear “empleados al servicio de las grandes empresas dejando de lado la formación integral y crítica de los estudiantes”, “colocar al estudiante al servicio de las necesidades de la economía y del mercado”, “reducir la educación a la fabricación de un alumno adiestrado para ser competitivo en los mercados profesionales y del trabajo”.
La Dra. Frade señala que “en 1998 la UNESCO estableció la necesidad de que los gobiernos se comprometieran a diseñar sus planes y programas educativos por competencias, sobre la base de cuatro pilares básicos: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser”.
La educación por competencias implica entre otros aspectos integrar la capacidad de poder pensar, de poder resolver problemas, adaptarse al mundo moderno y desarrollar todas aquellas habilidades de pensamiento superior que antes no se tomaban mucho en cuenta.
Esta es la teoría pero como padre de familia considero que suceden cosas distintas en la práctica: ni obtienen la "capacidad de poder pensar" ni de "resolver problemas". Tienen los conocimientos pero no saben aplicarlos.
Pero además pareciera que implementar este modelo educativo y llega al supuesto “saber hacer”, implica ser pragmático y desechar aquellos conocimientos que se consideran imprácticos “La ortografía no es tan importante” “Para qué enseñarlos a realizar procesos matemáticos si las calculadoras los pueden hacer”.
Un ejemplo es la materia de historia que en la primaria se limita a algunos temas básico como son el descubrimiento de América, la Independencia, la Revolución, entre otros, que son revisados una y otra vez en cada grado, pero al final de la primaria los alumnos no terminan por conocer adecuadamente ninguno de estos temas.
En español para fomentar la lectura no se recurre a obras clásicas sino a cuentos de dudosa calidad literaria, por lo que los niños ya no conocen las historias de Julo Verne, los hermanos Grimm, etcétera, siendo su única referencia lo que ven en el cine o la televisión, si es que llegan a tener alguna referencia.
Mi hijo está por concluir su educación secundaria y no se parece en nada a lo que yo estudié. Se ha compactado la enseñanza de distintas materias reduciendo los contenidos y ahora la historia, física, química, geografía y biología se ven en un solo grado.
En español los jóvenes ya no dan una mirada al pasado de la literatura universal. Obras como el Poema del Mio Cid, El Tartufo, Platero y Yo y tantas otras ya no son estudiadas. En el libro de español de segundo de secundaria de mi hijo aparecían dos páginas de El Quijote y se le pedía que diera su opinión sobre la célebre obra de Miguel de Cervantes. ¿Con dos hojas deben formarse una opinión sobre lo que se considera el mejor trabajo literario jamás escrito?
Pero como padre la situación se me complica más porque veo algunos planes de estudio de preparatorias incorporadas a la UNAM y resulta que los jóvenes de cuarto de primer ingreso tienen como parte de sus materias Física III o en segundo año Biología IV, y mi hijo a duras penas recibió un curso de cada materia.
Se dice que a las generaciones recientes se les ha evitado la “sobrecarga de temas” en los programas de estudios y de asignaturas por grado “que impiden el desarrollo de competencias intelectuales superiores” y así “asegurar mayor profundidad en sus estudios".
No soy pedagogo pero como padre de familia tengo la impresión que con el modelo educativo por competencias los jóvenes no están adquiriendo “la capacidad de poder pensar, de poder resolver problemas” como se supone que debe suceder, creo que estamos creando generaciones de jóvenes ignorantes, a los cuales se les ha limitado el conocimiento universal.
Tal vez dentro de tres décadas nadie sabrá reconocer la referencia a Lope de Vega en esta frase: "¿Quien mató a la educación? Fuenteovejuna, Señor".
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