Hoy que recorrí el centro de la ciudad donde vivo me encontré con escasos escaparates adornados con motivo de las fiestas patrias, mientras que el dueño de la papelería me contaba que después de casi un mes de haber sacado a la venta los adornos para conmemorar el 16 de Septiembre, sólo ha vendido dos. Parece que el espíritu que prevalece es que no tenemos nada que festejar.
Pero, ¿de verdad? ¿No tenemos nada que festejar? No coincido con los que piensan así. ¿Qué tenemos problemas? Sí y muchos, pero ninguno como aquellos mexicanos que vivieron las peores crisis de este país en medio de la ocupación por parte de los norteamericanos que hicieron ondear su bandera en Palacio Nacional y la intervención francesa. Para ellos esos conflictos no fueron motivo suficiente para que no se conmemorara el inicio de la lucha por la Independencia.
Así lo explica el historiador Luis A. Salmerón en un artículo de la revista Relatos e Historias en México y destaca que desde 1825 no ha habido año alguno en que no se conmemore.
Por eso creo que los problemas del México actual no son suficientes para considerar que no existe motivo para festejar el inicio de la guerra de Independencia. Una independencia que Cataluña, Escocia o Ucrania anhelan y que nosotros no sabemos valorar.
Tal vez el problema es que personalizamos el Grito de Independencia con la figura presidencial, como si fuera una fiesta del titular del poder ejecutivo federal (o estatal, en su caso) en turno, pero no es así. Parte de eso es el mito de que la Independencia se conmemora el 15 de septiembre para que la fiesta coincidiera con el cumpleaños de Porfirio Díaz. El maestro Salmerón acaba con ese mito y nos dice que quien instituyó en 1843 que se celebrará el día 15 fue Antonio López de Santa Anna.
Este día estamos recordando a aquellas decenas de miles de mexicanos que acudieron al tañer del esquilón de San José, mejor conocido como Campana de Dolores o la Campana de la Independencia, y que derramaron su sangre para que este país fuera distinto.
Porque la independencia no sólo la hicieron Hidalgo, Morelos, Allende o Iturbide, sino los miles que les siguieron y se enfrentaron a las tropas realistas y que murieron en la batalla.
Estamos honrando a todos los mexicanos que cayeron al resistir las invasiones de Estados Unidos y Francia, a todos los que han caído por este país. Y al pensar que no tenemos nada que festejar estamos desvalorando su sacrificio.
Pero otra razón para festejar es que esa libertad que anhelaban los antiguos mexicanos es ahora una realidad. Somos uno de los países con más libertades en el mundo. Un ejemplo es que como nunca antes ahora tenemos la libertad para expresarnos. Somos tan libres para manifestar nuestras ideas que podemos insultar al presidente sin ninguna consecuencia.
En otros países esa libertad no existe. En Ecuador es delito ofender al presidente y a los funcionarios públicos, por lo que numerosas personas han sido detenidas. Lo mismo en Zimbabue, Argelia o Turquía.
Otro ejemplo más simple. En nuestro país las mujeres pueden votar desde hace más de 60 años, en Arabia Saudita gozan de ese derecho desde hace sólo cinco años y todavía no pueden manejar un automóvil.
Los gobiernos y los problemas, vienen y van, pero quienes hacemos a México somos cada uno de nosotros y debemos agradecer lo que nos ha sido heredado y no olvidar que lo que hemos obtenido como nación ha sido con el sacrificio de muchos y creo que lo menos que podemos hacer es honrarlos la noche del 15 de Septiembre.
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