Los problemas de seguridad siguen ocupando las primeras planas: el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, más recientemente el caso Greg Sánchez y por supuesto, los consabidos hechos relacionados con el narcotráfico.

Y como siempre la sociedad exige compromiso, exige responsabilidad, exige respeto a las leyes, exige justicia, en resumen exige seguridad.

¿Pero que es la seguridad?

El concepto de seguridad proviene del latín securitas, que a su vez se deriva del adjetivo securus, compuesto por se “sin” y cura “cuidado” o “preocupación”.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española nos dice que la seguridad, es una cualidad de seguro: Seguro, entre otras, recibe las siguientes acepciones: adj. Libre y exento de todo peligro, daño o riesgo// adj. Cierto, indubitable y en cierta manera infalible// adj. Firme, constante y que no está en peligro de faltar o caerse// m. Lugar o sitio libre de todo peligro.

En general, nos referimos a la seguridad como la ausencia de todo riesgo o peligro, lo que lo convierte en una sensación, en algo intangible, en algo que percibimos con nuestros sentidos. Y eso es lo que queremos percibir, que estamos libres de todo riesgo, como nuestros abuelos tal vez.

Pero el aumento del crimen y la delincuencia y las serias dificultades de las autoridades para prevenir y reprimir el delito, con sospechas y rumores de asociación entre delincuencia y autoridades, la sensación es de ausencia de seguridad, evita que sintamos esa seguridad, y nos encerramos en nuestras casas decepcionados y desesperados.

Pero, ¿de verdad queremos seguridad?

Pareciera que no. Se calcula que en nuestro país ocurren 12 millones de delitos, 1.2 se denuncian y 200,000 llegan a procesos penales. Ese es el tamaño de la inseguridad.

Pero la construimos todos, quedándonos callados, volteando la cara, dando la espalda, cediendo nuestros espacios, no participando.

Y si eso somos en lo individual, los entes colectivos también dejan mucho que desear.

Cuando “El Universal” publicó la nota sobre la venta de bases de datos, todos nos escandalizamos ¿Qué está haciendo el gobierno con nuestros datos? Esas supuestas bases de datos presuntamente también contenían datos de Banamex, Bancomer, American Express, Telmex, pero nadie las cuestionó.

Con el RENAUT, todos brincamos, “¿como le vamos a dar nuestros datos al gobierno?”. Pero nadie cuestionó que el gobierno creó y opera el RENAUT  a gusto de las empresas, porque estas amenazaron con ampararse. El RENAUT es obsoleto e ilegal y las concesionarias de todos modos se ampararon.

El principal opositor al registro es Telefónica Mexico – MoviStar, que en España no tuvo ningún empacho  en dar cumplimiento a la Ley de Conservación de Datos relativos a las Comunicaciones Electrónicas, localizando entre 2007 y 2009 a sus clientes que utilizaban tarjetas de prepago y exigirles sus datos para incluirlos en un registro; inclusive, fue la primera en anunciar cuantas líneas había dado de baja. Paradójico ¿no?

Además, Telefónica está conforme en conservar por un mínimo de doce meses los datos de los usuarios, como nombre, dirección y número de teléfono,  hora y duración de las llamadas, y entregar la información a las autoridades, además de los datos de localización de los equipos de comunicación móvil. ¿No les suena familiar?

Nosotros mismos nos saboteamos.

La inseguridad es como un cáncer que requiere ser extirpado, que ya esta consumiendo a nuestros jóvenes. Tenemos que combatirlo hasta erradicarlo o disminuirlo  a niveles razonables, porque sino terminará por matarnos.

Eso requiere de la participación de TODOS, desde nuestras trincheras, desde nuestro entorno.

En Colombia lo lograron, nosotros podemos hacerlo mejor.

Y podemos construir esa sensación de no tener riesgos, pero tenemos que poner manos a la obra antes de que vengan por nosotros.

 

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