Hoy voy a ser políticamente incorrecta y a comentar un tema con el que quizá algunos coincidan pero que no muchos optan por decir en voz alta. Se trata de Alonso Lujambio y el más claro ejemplo que se nos ha dado hasta el momento de por qué deben desaparecer los escaños plurinominales en el Senado (y en Diputados).
Durante la campaña, el hoy senador Lujambio estuvo hospitalizado combatiendo lo que parece ser un tipo de cáncer muy agresivo. Felizmente hoy está vivo porque al parecer el pronóstico nunca fue alentador y aunque no hay una remisión total, la enfermedad, por lo que he podido entender, le permite sostener una rutina de trabajo al menos algunos días de la semana.
La enfermedad de Alonso Lujambio no es, desafortunadamente, una excepción. Cientos de miles de mexicanos están aquejados por enfermedades agresivas que no nada más están menguando su salud sino sus bolsillos. Se trata de una realidad palpable porque de una u otra manera todos conocemos o hemos conocido a alguien combatiendo valientemente una enfermedad de este tipo. Incluso muchos hemos tenido que pasar las noches dormidos en sillas afuera de un hospital público mientras un familiar se debate adentro entre la vida y la muerte.
Gracias al sistema de seguridad social la mayoría de los enfermos en México tienen acceso por lo menos a la atención médica de urgencias. Otra cosa implica el comprar los carísimos medicamentos que deberían existir en los hospitales pero que nunca hay o cuando deben trasladar al enfermo de un lugar a otro para que reciba otro tipo de atención médica y ningún hospital público quiere recibirlo o cuando deben pagar las altísimas cuentas porque termina siendo que no son derechohabientes. En fin, vicisitudes extras a la enfermedad que seguramente, y afortunadamente, no vivió la familia del senador.
Los enfermos mexicanos terminan muchas veces perdiendo el trabajo porque los patrones podrán ser caritativos pero enfrentémoslo, no son hermanitas de la caridad como solía decir uno de mis profesores. Y sin trabajo ni aportaciones a la seguridad social no hay atención médica y sin trabajo ni salud ni atención pública, no hay dinero y lo que ese enfermo logró ahorrar con años de esfuerzo y trabajo se va menguando en su atención médica.
Otra vicisitud que el senador no tendrá que padecer. No perdió su trabajo como secretario de educación durante lo peor de la crisis de su enfermedad que fue atendida en otro país, y ahora durante la recuperación vuelve a tener un trabajo con un ingreso mensual seguro (nada despreciable, por cierto) lo que significa que su patrimonio, herencia para sus hijos, no se verá disminuido por la enfermedad.
Un trabajo que, siendo franca hasta la grosería, ni siquiera luchó por tenerlo. Simplemente su nombre se colocó entre los primeros de la lista de plurinominales de su partido político y eso le aseguró el puesto. Le aseguró seguir teniendo acceso a los servicios de seguridad social y hasta tener un sueldo que le permita a su familia mantener su estilo de vida. Todo a cargo del erario mexicano.
¿Dónde estuvo la curul para mi tío Rafael cuando le atacó el cáncer de hígado y no obtuvo ni cuidados paliativos del seguro social? ¿Dónde para mi cuñado Jaime cuya estancia en Nutrición costó más de quinientos mil pesos sin contar el gasto en medicamentos y hasta en suplementos nutricionales que se le administraban? Ambos mexicanos, inteligentes, trabajadores, con familias, pero sin los amigos oportunos.
Se trata de un tema difícil y de antemano ofrezco una disculpa al senador Lujambio y a sus familiares porque sé que no es fácil convivir con la enfermedad, pero al ser senador es servidor público y está expuesto a este tipo de críticas. Él y su familia han tenido ventajas excepcionales sobre cientos de miles de mexicanos que son iguales que él hasta en la enfermedad. Su curul en el Senado no es ilegal, pero, digámoslo claramente, tampoco es justa.
B.