El pasado mes de mayo un joven chef japonés de 22 años decidió subastar seis comidas que consistían en sus genitales cocinados: pene, escroto y testículos, tal y como lo anunció en su cuenta de Twitter.

 

Mao Sugiyama, basado en la amplia experiencia de vida que sus veintidós años de vida le dan, decidió que era asexual y que por tanto sus genitales no le servían de mucho en la vida diaria, pero serían de gran ayuda para catapultar su carrera o al menos para ganar sus quince minutos de fama.

 

A sus comensales les aseguró, mediante certificado médico, estar libre de cualquier enfermedad venérea y no estar bajo tratamiento hormonal para un cambio de sexo, por lo que cada uno de los cinco (el sexto comensal no se presentó) afortunados que pagaron $250 dólares por platillo degustaron genitales humanos frescos y sanos. La frescura la aseguró porque fue operado tan solo unos días antes de la insólita cena.

 

La noticia dio la vuelta al mundo y mientras el mundo se escandalizaba, las autoridades japonesas declararon que por grotesco que todo esto haya sido, no había delito alguno que perseguir porque el comer carne humana, canibalismo o antropofagia, no es delito.

 

 

Así que no hubo nada que perseguir: ni al médico que mutiló los genitales de Sugiyama porque lo hizo bajo consentimiento del paciente, ni a Sugiyama por servir carne humana porque no ocultó los ingredientes del platillo a los comensales, ni a los comensales porque comer carne humana, como ya se mencionó, no es delito. Quizá solo las autoridades de salud podrían haber objetado la cena por alguna infracción al reglamento de salud, pero fuera de ahí, para zozobra de muchos, nada.

 

No solo en Japón comer carne humana no es delito. Tampoco lo es en México. Lo que en ambos países se sanciona es lesionar a alguien para comer su carne o llegar al homicidio para conseguir tal fin. La cena ofrecida por Sugiyama no entra en ninguno de los supuestos.

 

Pero se trata de algo tan repulsivo que algunos estados han buscado la manera de sancionar estas ocurrencias de la manera en que mejor pueden y eso es por reglamentación en materia de salud sobre la aprobación de alimentos que se pueden servir públicamente para no poner en riesgo la salud humana. Es lo que optaron por hacer autoridades en Suiza cuando a otro ingenioso chef se le ocurrió preparar helados de leche materna.

 

Los comensales de Sugiyama dijeron que la carne era suave y de buen sabor, pero tampoco nada extraordinario, pero si ya se ha llegado al punto de servir genitales humanos, no podemos dejar de preguntarnos hasta donde llegaran los artistas de la gastronomía para ganar un puesto en la cúspide la pirámide y ser llamados genios.

 

Total, una cena aberrante pero legal.

 

B.

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