Cuando mi prima Raquel tenía cuatro o cinco años, sus papás se divorciaron. Fue un divorcio difícil, lleno de odio, de rencor y de amargura en donde nos vimos involucrados todos como familia pero donde salieron perdiendo mis tíos y Raquel.
Antes del divorcio, Raquel amaba a su papá. Veía por sus ojos y era su héroe. No olvido el día que mi hermana le llamó tío a su papá y Raquel la enfrentó y le dijo: “No Pao, no es tu tío, es MI papá”. Después del divorcio, ese amor empezó a difuminarse.
Al principio la mamá de Raquel cumplió con el acuerdo de visitas. Pero la niña le contaba a su papá que cuando regresaba de estar con él, su mamá le pegaba y no la dejaba dormir. Después, empezó a incumplir los acuerdos de visitas y cuando mi tío iba a recogerla, ella y su familia escondían a la niña. Mi tío regresó al juzgado para pedir al juez que exigiera a la madre de la niña el cumplimiento de los acuerdos. Ella lo hizo dos fines de semana para no volver a cumplir.
Desgastado emocional y económicamente, mi tío guardó el expediente judicial en un cajón junto con los juguetes de Raquel y su ropa y me dijo que ahí guardaría esos documentos para enseñárselos a su hija cuando ella fuera mayor y comprendiera que él no la había abandonado y que había luchado por ella hasta donde tuvo recursos y fuerzas.
Lamentablemente ese día no llegó. Mi tío murió inesperadamente, como suele llegar la muerte, en un accidente de automóvil hace casi doce años. Raquel no fue al funeral, no se despidió de él y no lo lloró porque ya su corazón estaba lleno de odio hacia su padre.
Viví toda esta historia muy cercana a mi tío, no solo como su sobrina sino como abogada recién egresada y en mi calidad de profesionista confieso que no pude hacer nada porque el sistema no estaba pensado para estos casos.
Hoy sé que el rencor que mi prima sentía hacia su padre, producto de lo que su madre le decía, recibe un término: alienación parental, y se trata de una situación que ya empieza a ser reconocida por nuestro sistema jurídico que poco a poco empieza a cambiar para evitar que padres e hijos se separen definitivamente de esta dolorosa manera para ambos.
En el Distrito Federal, por ejemplo, ya se puede retirar la custodia de los hijos del padre que no cumpla los acuerdos de visitas o que retenga por la fuerza a los hijos. Cuando mi tío vivió la experiencia, suponer que él podía obtener la custodia de su hija era casi como pensar que podía escalar el Everest, algo no imposible, pero muy difícil… y costoso. Lo intentó, y no lo logró.
El pasado 18 de abril, tras la presentación del libro Alienación Parental editado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el magistrado Edgar Elías Azar, presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, hizo un llamado a todos los involucrados en el sistema familiar, jueces incluidos, para que conozcan y comprendan este fenómeno de alienación parental y atendiendo a la legislación nacional e internacional protejan y garanticen el derecho de los niños a una convivencia plena y sana con ambos padres, sin que se envenene su relación con ninguno de ellos.
Raquel debe ser ahora una hermosa mujer de veintitrés años a quien espero volver a ver algún día para charlar sobre su papá y contarle de sus virtudes y defectos, de sus errores y aciertos y poder mostrarle el contenido de ese cajón que ahora está en una caja sellada esperando a que ella regrese.
B.