Esta semana ha regresado el nombre de Sakineh Mohammadi Ashtiani a la opinión pública con mayor insistencia ante la noticia de que su sentencia de muerte podría haber sido ejecutada hoy en Irán.
Se trata de la mujer que fue condenada a morir lapidada por adulterio y conspiración para matar a su esposo, en un juicio que, según su primer abogado, Mohamad Mostafaeí, estuvo plagado de errores judiciales lo que llevó al sistema judicial iraní a cometer una grave injusticia contra ella.
Pero el mundo ha perdido de vista si la sentencia fue producto de errores judiciales o no y lo que ha causado más indignación es que por adulterio se condene a la muerte a una mujer. Y que esa mujer además sea ejecutada de una manera lenta, dolorosa y humillante.
Funcionarios iraníes, entre ellos el presidente Mahmud Ahmadineyad, han respondido al mundo que se trata de sus leyes penales y que nadie está en posición de cuestionarlas. Y es cierto, en Irán el adulterio es un delito que se castiga hasta con la muerte y una manera de efectuarla es mediante la lapidación, lo que convierte la sentencia en un documento perfectamente legal.
Incluso, Irán llamó la atención de la opinión pública cuando el mes pasado en Estados Unidos se ejecutó en el estado de Virginia a Teresa Lewis, una mujer presumiblemente afectada de sus facultades mentales, quien también fue encontrada culpable de haber conspirado para matar a su esposo y cuyo juicio, según acusaron sus abogados, también estuvo plagado de errores de procedimiento. Y también, de acuerdo con las leyes de Virginia la conspiración para cometer homicidio puede ser castigada con la muerte por lo que también se trató de una sentencia perfectamente legal al haber estado apegada a derecho.
¿Dónde está la diferencia entre Ashtiani y Teresa Lewis? Quizá para muchos radique en el principio de ojo por ojo, pagando muerte con muerte, por lo que en Estados Unidos la ejecución fue lícita, pero no en Irán porque ahí se le acusa de infidelidad al esposo. Aunque no olvidemos que también fue encontrada culpable de conspirar para matar al esposo.
¿La diferencia radica en la forma en que se ejecuta la sentencia? ¿Es menos reprobable matar por inyección letal que por lapidación? ¿Es cuestión de cuál opción produce una muerte “más justa”, más “pacífica” o “menos dolorosa”?
No se debería tratar solo del caso de Ashtiani el que el mundo debe estar reclamando al gobierno de Irán, sino el de todas las mujeres que sufren un trato injusto, que no tienen acceso a la justicia y a un proceso penal apegado a derecho. No se trata solo de un caso, sino de normas que quizá deberían ser revisadas como la pena de muerte en términos generales y el adulterio como delito.
Sakineh Mohammadi Ashtiani debe representar a todas las mujeres del mundo, no solo a las que son ejecutadas por la existencia de leyes injustas, sino también a las que son ejecutadas porque el estado no las ha protegido suficientemente como en Ciudad Juárez o en Afganistán. Y también debe representar a todas las mujeres que desde niñas han sido objeto de abuso por sus familiares, por la sociedad y por el estado.
Como mujer y como abogada pido al gobierno de Irán no solo que perdone la vida de Ashtiani y de las demás mujeres que se encuentran injustamente sentenciadas a morir, sino también que supriman la pena de muerte de su legislación y que otorguen un trato más justo y humano a todas las mujeres. Petición que extiendo a todos gobiernos del mundo que siguen matando personas en nombre de la justicia.
B.