El Mundial de Fútbol parece que no solo se trata de fútbol, sino también de identidad nacional.

 

Y es que el país se detiene cada vez que juega la selección y si los comentaristas dicen que la selección es un equipo voluble, ¿qué podemos decir de nosotros como mexicanos?

 

Tras la victoria contra Francia muchos declararon que era verdad, que ya habíamos pasado del "sí se puede" al "ya se pudo" y hubo quienes se vieron con la Copa del torneo en las manos. Pero llegó Uruguay y el ánimo se fue a los suelos, y con ellos, parece que también la dignidad nacional.

 

Pero, ¿hay tal dignidad nacional? Hay para quienes no existe tal cosa tras casos tan lamentables como los niños muertos de la guardería ABC, o debido a  la inseguridad o por los casos de corrupción que vemos y vivimos todos los días.

 

 

Y me parece muy triste que digamos que no tenemos dignidad como mexicanos por once sujetos que tras un balón que pierden un partido de fútbol, o por la actuación de los gobernantes corruptos e inmorales que siguen en sus puestos muy campantes después de la muerte de 49 niños. Son cosas lamentables y terribles, unas más que otras, por supuesto, pero eso no es todo México, es solo una parte.

 

Nos falta ver todo el rompecabezas que está conformado por la gente que sale a trabajar día a día, enfrentándose al tráfico infernal de una ciudad cada vez más caótica; por los que entregan sus días a trabajar a favor de los niños, de los ancianos, de la ecología o de los animales maltratados; por los que deciden no quedarse callados y denuncian; por los que no se han cansado de luchar en contra de las injusticias; por las madres y padres que quieren dejar un mejor país a sus hijos; por los niños que ven el futuro con esperanza; por los muchos servidores públicos anónimos que desde su trinchera procuran su esfuerzo por un mejor México; por los campesinos con sus manos callosas que siguen arando sus tierras; por los que en concursos internacionales vencen a estudiantes del MIT o de Harvard; por los que siguen en México creando pese a los vientos en contra; por todos los que seguimos creyendo que las cosas deben mejorar y que tenemos la capacidad de lograrlo.

 

Sostengo que sí hay dignidad nacional y ayer puede atestiguarlo. En Veracruz inició la Regata Bicentenario y si bien no nos dejaron entrar a la zona VIP a quienes solo somos mexicanos que trabajamos y pagamos impuestos, nos apostamos en otro muelle y pese a que esperamos una hora y media el inicio del evento bajo un rabioso sol, vibramos de emoción al ver entrar al buque escuela Cuauhtémoc con su enorme bandera nacional ondeando al viento mientras se escuchaban los mariachis. Y sentimos a México en la piel, independientemente del presidente y del gobernador, cómodamente sentados bajo un techo en el muelle de enfrente, porque somos más que ellos, somos más que las autoridades, muchas de ellas corruptas, muchas inmorales, muchas indignas. Porque su indignidad personal no debe afectar nunca a la de toda una nación, porque si como mexicanos perdemos nuestra identidad nacional, nuestro orgullo por México, ¿qué nos queda? ¿A qué le apostamos?

 

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