El escándalo de la leche de fórmula envenenada en China no nos puede pasar de largo. Al momento de escribir esto, más de 6,200 bebés están enfermos y ya han fallecido cuatro de ellos.
Aparentemente las leyes de salud en China son muy estrictas, así como la normativa que regula la elaboración, etiquetado y venta de productos alimenticios. Pero en contraste, su aplicación es muy laxa y no hay quien realmente observe el cumplimiento de las normas ni quien aplique la ley con todo el rigor.
Y los hechos lo demuestran. A alguien se le ocurrió agregar melamina a la leche de fórmula para que apareciera con más proteína y compró las conciencias de los funcionarios encargados de la verificación de las normas de salud, a fin de que todos ganaran más dinero, sin considerar el riego que ello conllevaba en la salud de los bebés. ¿Quiénes son más culpables, los productores o las autoridades que los dejaron? No importa, a fin de cuantas todos son homicidas.
Estas historias de corrupción se han llevado en este año varias vidas en ese país. Durante el terremoto, debido a la pésima calidad de los materiales utilizados en diversas construcciones como las escuelas, éstas se derrumbaron matando miles de niños. Por supuesto, mientras la gente moría, el encargado del estado de supervisar estas obras se refugiaba tras el dinero que le compró la conciencia. ¿Te suena parecido a lo que sucedió en el Hospital General en México durante el terremoto de 1985? Lo peor es que tanto el arquitecto chino como el arquitecto mexicano, responsables de tantas muertes, están libres en las calles, viviendo como sultanes. Y así de libres van a salir los productores de la fórmula para bebés, porque tienen el dinero para comprar la justicia en un país donde ésta se vende al mejor postor.
De nada sirven las leyes estrictas ni las normas de control de calidad si no hay quien las aplique o si quien las aplica se pone a la venta por tres espejitos o por un “chesco”. Y tan culpable es quien se vende como quien lo compra.
El gran riesgo de la corrupción y de vivir en la ilegalidad es que vamos dejando pasar las cosas pequeñas, como una multa de tráfico, que van dando paso a los grandes delitos. Es lo que como mexicanos no quisimos oír en el pasado y que ahora nos grita con explosiones y con decapitados cada fin de semana.
China también lo está pagando con las vidas de sus niños. Ha sido el precio que han pagado por el desarrollo económico como país.
El contraste de este escándalo de la leche de fórmula está en Suiza en donde las autoridades están buscando la manera de detener al chef Hans Locher, quien por medio de avisos en los periódicos está comprando leche materna para cocinar con ella.
Locher tuvo la iniciativa de comprar cada litro de leche materna por 10 Euros ($157.00 pesos aproximadamente) como una manera de introducir novedad a sus platillos, además de ayudar a las madres jóvenes de su localidad, muchas de ellas solteras, para encontrar otra fuente de ingreso.
En este caso, pese a que no hay ninguna disposición que prohíba la venta y consumo de la leche materna, las autoridades de Salud y Alimentos demandaron al chef sobre la base de que se trata de un producto no registrado ni permitido, por lo que Locher no puede almacenarlo ni garantizar la frescura o la salubridad del mismo.
Y para garantizar a la población de que no serán alimentados con leche materna, las mismas autoridades han hecho saber a las madres que si venden su leche serán demandadas por proveer de un producto potencialmente peligroso.
¿Por qué en Suiza se aplica con rigor la ley y en China o en México, no? ¿Será que allá los ciudadanos exigen que los servidores públicos cumplan con las funciones por las que les estás pagando ellos mismos como pueblo? ¿Será que en Suiza no se han permitido vivir en la ilegalidad ni un poquito? ¿Tendrán los suizos más valores morales que nuestros pueblos en donde nos damos golpes de pecho creyendo que fomentamos los valores de nuestros ancestros?
Dos extremos de una misma situación y que por su mismo contraste nos está llevando a la reflexión.