En el Congreso de Coahuila de Zaragoza se presentó una iniciativa de reformas al Código Penal local que endurecería el castigo para los abusadores, acosadores, explotadores sexuales de menores, a quienes los prostituyan o distribuyan pornografía infantil.
El diputado independiente Edgar Sánchez Garza es quien promueve esta iniciativa en la que demanda al Poder Legislativo Local mejorar las leyes para proteger a los menores de manera eficaz y garantizarles respeto a sus derechos humanos pues del año pasado se tiene una estadística de casi 300 menores abusados en el estado.
El legislador afirma: “Para los expertos, el abuso emocional, físico o sexual en la infancia llega a ser tan fuerte que modifica los genes y deja una impresión en el ADN de las víctimas”.
En la entidad, actualmente quienes violan a un infante o atentan contra su integridad física o mental son sancionados con un máximo de 17 años de prisión. Sin embargo, el legislador considera necesario aumentar el castigo para inhibir este delito tan grave.
Citando datos del Sistema para la Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna), el legislador destacó que en 2017 se tuvieron 199 reportes, en 2018 fueron violentados sexualmente 299 menores y este año, hasta el mes pasado, se tenían reportados 216 víctimas.
La iniciativa propone modificar los artículos 229 y 232 del Código Penal de Coahuila para que se aplique una pena de 25 a 40 años de prisión a quienes cometan delitos contra la libertad y seguridad en el desarrollo psicosexual de menores de 15 años de edad.
Además, enfatizó que la violencia de cualquier tipo contra los menores jamás es justificable y debe hacerse todo lo posible para prevenir este tipo de conducta que lesiona a la sociedad. La iniciativa fue turnada a comisiones para su análisis y posterior dictamen.
El legislador tiene razón en pretender que se incrementen las penas, pero no sólo para inhibir el delito, lo que raramente ocurre, sino por el daño permanente que deja a las víctimas, como se reconoce en la propia exposición de motivos al señalar que “quien ha sufrido violencia en la niñez sabe que las cicatrices que deja perduran por años, se sienten en los miedos, los traumas, el recuerdo. Son una huella que se erosiona con el tiempo, pero subsiste de manera horizontal proyectándose a lo largo de la vida”.
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