Aumenta la necesidad de un marco regulatorio sólido para sobre la ética de la neurotecnología y la protección de los neuroderechos
Desde hace algunos años, con el desarrollo de la neurotecnología que ya permite que personas que no pueden caminar lo hagan con un exoesqueleto que recibe órdenes desde su cerebro, el término neuroderechos ha estado circulando entre los académicos. Se trata de un tema complejo y largo sobre el que ya se ha desarrollado mucha literatura.
Los neuroderechos, o los derechos del cerebro, incluyen la integridad mental, el libre albedrío y la no discriminación en el acceso de los ciudadanos a las neurotecnologías. En este aspecto, podemos hablar también de la libertad cognitiva, entendida como el derecho de cada individuo a pensar de manera independiente y autónoma, a usar todo el poder de su mente y a participar en múltiples modos de pensamiento, sin ser manipulado por factores externos como la implantación de dispositivos en el cerebro. Claro, este es solamente un aspecto de la manipulación.
El primer país en regular los neuroderechos fue Chile, que en 2021, al reformar el artículo 19 de la Constitución, dispuso: “El desarrollo científico y tecnológico estará al servicio de las personas y se llevará a cabo con respeto a la vida y a la integridad física y psíquica. La ley regulará los requisitos, condiciones y restricciones para su utilización en las personas, debiendo resguardar especialmente la actividad cerebral, así como la información proveniente de ella”.
Si bien Chile ha sido pionero en la inclusión de los neuroderechos en el catálogo de los derechos humanos, desde varios sectores se ha estado abogando por la inclusión en todas las legislaciones de estos derechos y su protección. Una de estas iniciativas parte de la Fundación NeuroRights, presidida por el neurobiólogo Rafael Yuste, impulsor de la Iniciativa Brain en los Estados Unidos, sobre el mapeo del cerebro humano, entre otros. Junto con otras 24 personas, en 2017 creó el grupo Morningside que propuso los principios éticos que deberían orientar a las neurotecnologías y la inteligencia artificial. El primer principio fue la elaboración de estos neuroderechos o derechos cerebrales.
La necesidad de regular estos derechos aumenta con el desarrollo tecnológico que, si bien da esperanzas a pacientes con enfermedades como Alzheimer o Parkinson, presenta varios cuestionamientos sobre su uso, la propiedad de la información que se genere, los alcances que puede tener, etcétera. Así, tenemos la noticia de que Neuralink, la empresa de Elon Musk, ya obtuvo una autorización de la agencia de alimentos y medicamentos de los Estados Unidos, FDA, para iniciar con pruebas para implantar en los cerebros humanos un pequeño dispositivo. Pensemos en el video que su empresa mostró en abril de 2022 de un mono jugando a un videojuego con la mente.
¿Cuáles son las implicaciones legales que estas tecnologías desarrolladas podrían tener? Por supuesto, depende de los alcances que en este momento podemos percibir lejanos, pero que pueden no ser tanto.
Son varios los investigadores que se han hecho esta pregunta y estas algunas de las respuestas.
Para Allan McKay, profesor de Derecho en Sídney, Australia, podría darse el caso de sistemas de justicia penal en los que para obtener información de los sospechosos, en lugar de un interrogatorio, se use una lectura cerebral más directa, como mostrar al sospechoso una imagen de la escena del crimen mientras usa un dispositivo de lectura del cerebro para ver si el dispositivo detecta alguna actividad neuronal asociada con que el sospechoso haya visto esa escena antes.
“¿Qué pasaría si, tras la condena, a un delincuente impulsivo y agresivo se le colocara un implante cerebral que, a través de medios algorítmicos, monitoreara su cerebro en busca de actividad neuronal asociada con un arrebato de ira y estimulara eléctricamente el cerebro para apaciguarlo si se enoja?”
Citando al doctor Rafael Yuste, el profesor McKay señala que también se puede empezar por manipular el cerebro de personas con ciertas enfermedades como la esquizofrenia para evitar que cometan ciertos delitos.
Al respecto, en entrevista a la revista de la Unesco, el doctor Yuste declaró que “[c]ualquier tecnología que altere nuestras capacidades cognitivas afectará a nuestra humanidad.”
Otro aspecto que preocupa es el de la privacidad de los datos que se obtengan de las lecturas de estos dispositivos, así como el derecho de las personas de sus propios procesos mentales sin que otras intervengan (al menos directamente en el cerebro) o los monitoreen sin su consentimiento.
Convocada por la Unesco, el 13 de julio se celebró la Conferencia Internacional sobre la Ética de la Neurotecnología, centrado en el esfuerzo por "construir un marco para proteger y promover los derechos humanos y las libertades fundamentales".
En esta conferencia, que reunió a unos mil participantes, la profesora de Derecho en la Universidad de Duke, Nita A. Farahany, dijo: “Una neurotecnología responsable requiere algo más que dejar en manos de los individuos la lectura de las condiciones. Necesita un marco normativo sólido que impulse a los gobiernos a crear un mercado en el que se incentive a las empresas a aplicar los valores humanos.”
Rafael Yuste y Nita A. Farahany destacaron las oportunidades de transformación que la neurotecnología puede ofrecer a diversos sectores. En materia de salud, la neurotecnología podría revolucionar el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas y trastornos mentales, así como ayudar a la rehabilitación de lesiones medulares. En educación, podría permitir el aprendizaje personalizado mediante evaluaciones cognitivas en tiempo real. En los juegos y el entretenimiento, podría facilitar experiencias inmersivas a través de interfaces cerebro-ordenador. Ante estas perspectivas, estos expertos subrayaron la necesidad de marcos regulatorios sólidos para apoyar la innovación ética.
Este tema a muchos podrá parecer de ciencia ficción, pero el futuro nos está alcanzando y frente a estos desarrollos tecnológicos por parte de empresas privadas, sí se hace necesaria una regulación integral. Debemos aprender de lo que está sucediendo con el desarrollo de las inteligencias artificiales y de la situación en la que estamos por la falta de regulación a estas millonarias empresas en diferentes temas, como las redes sociales y los derechos de los usuarios y gobiernos. ¿O dejamos nuestros derechos en manos de erráticos multimillonarios como Elon Musk o Mark Zuckerberg?
Más información theconversation.com /unesco.org
miabogadoenlinea.net
Se permite la reproducción total o parcial, citando y vinculando a miabogadoenlinea.net
Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay