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Con la confirmación de la sentencia a un líder del Jemer Rojo, termina función jurisdiccional de Salas Especiales para Camboya

Con la decisión que confirma la sentencia de cadena perpetua por genocidio a Khieu Samphan, de 91 años, líder del Jemer Rojo en Camboya, el funcionamiento de las Salas Especiales de los Tribunales de Camboya para Perseguir los Crímenes Cometidos Durante el Período de la Kampuchea Democrática terminó, con un costo de 330 millones de dólares y solo tres condenas.

Este tribunal fue instalado a las afueras de la capital, Phnom Penh, en 2003 por acuerdo entre Camboya y la ONU, para procesar a los responsables de este régimen, el Jemer Rojo o Khemer Rouge. Los procesos iniciaron hasta 2006.

El Jemer Rojo es la organización guerrillera que tomó el poder en Camboya en abril de 1975 tras la Guerra de Vietnam y que fundó un régimen totalitario con inspiración maoísta, conocido como Kampuchea Democrática. Durante este régimen se calcula que fallecieron 3 millones de personas en lo que se conoce como el genocidio camboyano. El gobierno fue depuesto en 1979 con una guerra civil que terminó en 1988, cuando el Jemer Rojo fue política y militarmente desarticulado.

Desde el inicio de su funcionamiento, las Salas Especiales se vieron envueltas en problemas y controversias, con presión por el gobierno del primer ministro Hun Sen, que llevó a la renuncia de dos jueces y la resistencia del mismo gobierno para que se procesaran a más personas que a los cinco que fueron imputados, por temor de que eso afectara la estabilidad del gobierno. Un temor fundado, ya que el primer ministro Hun Sen militó en el Jemer Rojo.

De las cinco personas que fueron procesadas, una fue puesta en libertad por razones de salud y su esposo falleció sin haber sido sentenciado. El líder del régimen, responsable de las atrocidades cometidas, Pol Pot, falleció antes de ser procesado, por lo que no tuvo que enfrentar las acusaciones ni responder de sus actos.

En julio de 2010 se sentenció a 35 años de prisión a Kaing Guek Eav, alias Duch, ex comandante del centro de tortura del Jemer Rojo, prisión por la cual se calcula que pasaron entre 14,000 y 16,000 personas, contando a unos 2,000 niños, para ser interrogadas, torturadas y asesinadas en campos de exterminio. Su sentencia fue apelada, pero confirmada, y falleció en 2020 en prisión a los 77 años.

Los otros dos sentenciados son Nuon Chea y Khieu Samphan, condenados a cadena perpetua. Noun Chea sirvió durante el régimen del Jemer Rojo en varios cargos al haber sido el principal asesor de Pol Pot, y Khieu Samphan actuó como jefe de estado de la Kampuchea Democrática. Ambos fueron procesados por complicidad en el homicidio de oficiales del régimen, desplazamiento forzoso de la población hacia las zonas rurales, persecución política, homicidio, exterminio y otros actos inhumanos.

Noun Chea, que declaró que no sabía que esos delitos se estaba cometiendo, falleció en 2018 a los 93 años, poco después de que su sentencia fuera confirmada.

Khieu Samphan es el único sentenciado que sigue vivo y que apeló la segunda sentencia en que se le encontró culpable del genocidio cometido contra la etnia Cham y los vietnamitas, además de matrimonios forzosos, violaciones masivas y exterminios internos. Sobre los matrimonios, se calcula que entre 1975 y 1979, el régimen obligó a contraer matrimonio, muchas veces bajo amenaza de muerte, a entre 200,000 y 250,000 personas. Para el régimen de la Kampuchea Democrática, estos matrimonios forzados tenían el objetivo de acabar con las familias tradicionales, además de proveer “niños que sirvieran a la revolución”.

Con la sentencia dictada esta semana termina el funcionamiento de las Salas Especiales e inicia el periodo de los que se conoce como mecanismo residual durante el cual se da seguimiento a los casos procesados, a la jurisprudencia generada, se salvaguarda la documentación y se presta asistencia a quienes testificaron.

Con los resultados del tribunal especial, los cuestionamientos sobre la efectividad de estos tribunales internacionales resurgen. Sin embargo, los expertos aseguran que, aunque pocos hayan sido procesados y sentenciados, era impensable no procesar a nadie por las atrocidades cometidas en contra de millones de personas.

En Camboya, un resultado adicional es toda la literatura que se ha generado y que se ha empezado a poner énfasis en enseñar a las jóvenes generaciones sobre este oscuro período histórico de su país, que mucho de ellos calificaban de irreal por exagerado. Los procesos han servido para demostrar que lo que los mayores contaban, no eran exageraciones, sino la terrible realidad que les tocó vivir.

Más información nytimes.com

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